domingo, 9 de octubre de 2022

Siempre me toca a mi.

Se me ha revolucionado el gallinero cuando se han enterado todo bicho viviente que vive en casa, de que ha sido mi cumpleaños y no he celebrado. Menos guapa, me han dicho de todo: que si soy de la cofradía de la Virgen del Puño. Que soy más agarrada que un chotís. 

Los de la Santa Cena decían: - Para una fiestecita de la que podemos disfrutar después de dos mil y pico de años mal sentados, vas tú y no la celebras, roñosa.

Tuve que largarme de casa porque me pusieron la cabeza como un bombo. Los únicos que no me dieron la tabarra fueron Pascualita y Ataúlfo. Están en el comienzo de una bonita relación. Solo tienen ojos para ellos. La sirena se pasa el tiempo contemplando al pececito rojo. El otro día estuvo tanto tiempo fuera del agua de mar que casi se muere. Ahora acerco el cacharro de duralex a una distancia prudencial de la pila de lavar del comedor para que ninguno corra peligro.

Eso es algo que mosquea a la Cotilla. - ¿Se puede saber por qué cambias de sitio la pecera? - Para que le de el solecito... - Donde yo lo pongo, le da. - No lo suficiente. - ¡Qué sabrás tu si solo entiendes de plantas en remojo, boba de Coria. 

Por lo visto ese día se había encontrado con el señor Li que le había dado la tabarra, ansioso de empezar el negocio de los gorritos para muñecas. - ¡Venil invielno y tu no hacel nada! Yo quelel hablal con señola tejedola. 

Venía "contenta" la Cotilla. Tal vez por eso cogió una jarra de plástico y fue vaciando, frenéticamente, la pila de lavar tirando el agua por el balcón como una posesa. Me puse delante para pararla y quedé mojada como una sopa. 

Cuando conseguí cerrar el balcón llamaron a la puerta. Era Bedulio que, mojadísimo, me entregó un papel y bajó la escalera saltando los peldaños de cuatro en cuatro. - ¡¿Qué es esto, Bedulio?! - ¡Una multa por tirar agua a la calle y mojar a una autoridad! - ¡¡¡La madre que te parióóóóóóóóóó!!!

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