domingo, 16 de octubre de 2022

¿No pueden especificar?

De repente me vinieron unas ganas tremendas de comer helado y no había ninguno en el congelador de casa. Tampoco había nada en mi monedero. Entré en el antiguo cuarto de la abuela y por más que rebusqué entre las cosas de la Cotilla no encontré ni un céntimo. 

Pompilio, que había escuchado el ruido que hice al entrar, llegó raudo por si había algún calcetín que llevarse para su colección. - ¿Te gusta el helado? - No sé... - Vamos al 4º piso en busca del tesoro de la Cotilla y lo probarás.

No le di tiempo a que me replicara. Lo metí en el bolsillo de la bata y en un plis plás estuvimos allí. Miré y remiré sin encontrar nada, ni siquiera bajo las baldosas que se movían. Y lo peor era que, cada vez, sentía más ansia de helado.

Regresé a casa y llamé a la abuela:  Geoooooorge, está mi... - Madame decir que no. - ¡La madre que te parió, inglés! dile que se ponga. - A fuerza de ser pesada, media hora después conseguí que la abuela cogiera el teléfono. - ¿Tienes helado? - "Por supuesto. No ves que soy rica" - Dile a Geoooorge que me traiga un poco. - "Nasti de plasti" - ¡¡¡Pues yo estoy de antojos!!!

Antes de lo que se tarda en hervir un huevo, bajo el balcón se oyó el clásico concierto de pitos cuando el rolls royce aparcó en la parada del bus. Asomada al balcón vi, con asombro, que quién se apeaba era un desconocido. Llamó la abuela: - "Nena, te mando a un chico con el helado" 

Aturdida dije - ¿PARA QUÉ? en lugar de ¿por qué? - Un largo suspiro resonó en mi oído, que se juntó con otro que lo hizo en mi cabeza. - ¿Abuelito? - Ay nena, con lo mayor que eres y que te lo tengan que dar todo mascado... - La voz de la abuela sonó fuerte y clara con un deje de cabreo: - ¡Para que te lo comas, boba de Coria!



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