lunes, 24 de octubre de 2022

Peligro, peligro.

 Pepe el jibarizado ha puesto en movimiento su ojo-catalejo y se dedica a espiar a todo bicho viviente. Los comensales del cuadro de la Santa Cena han visto invadida su privacidad, al menos eso dicen ellos. El de las treinta monedas, por el contrario, está entusiasmado con el catalejo y no para de gritar: - ¡Lo compro, lo compro!

Mi primer abuelito ha aparecido en lo alto de la lámpara del comedor. Estaba rompedor y más bonito que un San Luis con un nuevo sudario de Christian Dior dedicado a los drones que acompañan el modelito y sobrevuelan todo lo que se les pone a tiro. 

Uno de ellos se ha interesado por la pila de lavar desde donde Pascualita envía mensajes cifrados a Ataúlfo, el pececillo rojo, amor imposible de la sirena. El dron, indiscreto, se ha dedicado a grabar a los dos peces antagónicos. 

De pronto me he dado cuenta de lo peligroso que estaba resultando aquello para Pascualita. El mundo sabría que las sirenas no se habían extinguido del todo ¡Quedaba una! y sería codiciada por científicos, millonarios chalados, coleccionistas de especies raras, etc. etc. Y me propuse evitar males mayores. Contacté con el ánima de mi primer abuelito telepáticamente para que pusiera a la medio sardina en antecedente sobre el peligro que corría. La última frase que dije fue: - ¡CÁRGATELO! - Medio segundo después sobre el dron cayó un chaparrón de agua de mar.

Para salvaguardar a la sirena, todos los seres de mi casa, se confabularon contra el dron y antes de decir Amén, el artilugio había desaparecido del mapa. - ¡Oh, no, nena! Me has fastidiado el modelito. (se quejó el abuelito al que le duró poco el enfado porque un abuelo nunca se enfada con sus nietos)

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - Hola, Cotilla. - Me ha parecido ver volar a ¿un palomo? - Le recomiendo las gafas de ver de la tienda de los chinos del señor Li.

La cristalera del balcón se abrió de par en par para dejar salir los últimos cachitos del dron. Pepe el jibarizado, reconvertido en la única cabeza jibarizada con permiso para espiar del mundo, no cabía en si de gozo mientras gritaba sus: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - entusiasmado.

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