sábado, 15 de octubre de 2022

¡Me duele la cabeza!

Ataúlfo debe haberle dicho a Pascualita que está muy sexi con esos labios enormes que le puso el aguijón de la abeja, porque se ha pasado todo la mañana mirándose en el espejo del aparador, poniendo morritos así y asá, haciendo monerías que no se corresponden con la edad, avanzadísima, de una sirena.

He llamado a la abuela: - ¡Tienes que venir a ver a Pascualita haciendo el ridículo! - ¡¿MI Pascualita?! ¿No serás tu quien lo hace y se lo endosas a mi sirenita bonita? 

Como no tenías gana de bronca no le respondí diciéndole que ya le tocaba hacerle una visita al oculista. Colgó el teléfono sin despedirse

Ataúlfo, al mirar a la sirena, pone ojos de pez bobalicón. ¿Será posible que existan amores imposibles entre dos bichos antagónicos? ¡Sí! Lo afirmo porque tengo la prueba viviente en mi casa.

Claro que esto me crea un cargo de conciencia porque no creo que la media sardina le haya contado al pescadito que tiene más años que Matusalem. Pero como de ir de la Tierra a la Luna y volver tropecientas mil veces. Alguien tendría que decírselo para que no se haga ilusiones de tener crías porque la sirena debió tener la menopausia antes de la última glaciación... Ya pero, de vez en cuando, está en celo... ¿cómo se explica eso? ¡Porque, en aquellos remotos milenios, aún no se había inventado la menopausia. La evolución estaba empezando. Y de tener televisor, nada de nada. ¡Uf! que tiempos más aburridos. 

Tuve que parar de elucubrar porque mi neurona me amenazó con denunciarme al Sindicato neuronil por hacerla trabajar a deshora.

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