sábado, 25 de febrero de 2023

Cuidadito con los cantos de sirena.

 Ayer le dije a Pascualita que un día de estos la llevaría a la playa para que oliera el mar y recordara sus milenios vividos en remojo. Me sacó los dientes en una mueca terrible pero, como la conozco como si la hubiese parido, supe que aquello era una sonrisa sirenil. Y pensé:  ¡que fea es la jodía!.

Mi primer abuelito que, últimamente, pasa más tiempo en casa que en el Más Allá, desde lo alto del cuadro de la Santa Cena, djjo: - Cuidado con lo que hablas que lo entiende todo y lo que es peor, se acuerda de todo lo ofensivo que dices y piensas de ella. - ¡Este bicho es una eminencia! Lo mismo sirve para un roto que para un descosido.

- Tu sigue así, guapita de cara que, como se harte te cantará y no será por peteneras.

¡Oh, noooooo! (exclamé dramatizando el momento) - ¡Oooh, noooooooooo! ¿Qué he echo para merecer ésto? ¡Otro cantante en la familia no, por Dios! Con el árbol de la calle ya estoy más que servidaaaaaaa!.

Me tiré al suelo, revolcándome como una loca para acabar partiéndome de risa y llenando el suelo del comedor de lágrimas y mocos. Mi primer abuelito estaba tan serio que acabé arrinconando el cachondeo.

Hoy ha echo un día expléndido y hemos ido a la playa tal como le prometí. Sentada en la arena de una de las calitas del Molinar, dejé que Pascualita saliera del termo de los chinos y se rebozara como una croqueta, oliera  el mar y expandiera la vista hasta el horizonte. Sus enormes y saltones ojos de pez brillaban de placer y de añoranza de su mundo perdido. 

No dejé que se arrimara al agua a pesar de que lo intentó varias veces. Y de pronto, se puso a cantar.

Pasaron unos minutos antes de que recordara la advertencia de mi primer abuelito. Sacudí la cabeza y miré. Ya tenía las piernas en remojo yendo tras los cantos de las sirena... de camino al fondo del mar.

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