domingo, 12 de febrero de 2023

¡Vaya dos!

 Me llamó la abuela. - "A ver si vas a ser la única que no me felicite" - ¿Has ganado algo? - "Si, bonita: experiencia"  - Sobre qué. - "Es mi cumpleaños" - Entonces has ganado en años. - "¿Ya empezamos con las indirectas?" - ¡No he dicho nada, abuela! No se la fecha de tu nacimiento ¿Así que es hoy...? - "¿Te he dicho que lo sea? Estamos en El Funeral celebrándolo con los amigos y amigas tan ricamente" - Y colgó el teléfono.

Y me quedé sin saber si era su cumpleaños o no. ¿Y cuántos cumple? porque ya habrá pasado de los cien. Por mucho que se pinte como una puerta y se ponga minifaldas de las que quitan el hipo, si tiene cien, tiene cien. 

Llamé a Andresito para ver si me aclaraba algo. - ¡Hola, nena! ¿Ya has felicitado a tu abuela? - Pues es que no sabía que hoy era su cumpleaños. - ¡No lo es! pero tenía ganas de que le hicieran regalos. Es una pillina. - ¿Sabes la fecha verdadera? - Ni idea. Este tema es secreto de Estado y no se toca. Yo le voy haciendo regalos muy de cuando en cuando esperando acertar alguna vez.

Más tarde, sentada a la mesa del comedor con Pascualita apoyada en el florero de las flores de plástico de la tienda de los chinos del señor Li, le contaba la tontería que se trae la abuela con sus años. La sirena me miraba fijamente y, de vez en cuando, asentía con la cabeza como si me entendiera. - Qué eso de no decir la edad lo hagas tú es normal porque tienes tropecientos millones de años y...

La actitud de Pascualita cambió de repente. Abrió la boca sacando a pasear su pequeña dentadura de tiburón mientras la saliva envenenada fluía a su boca y no me quedé a ver como me la escupía. No es recomendable.

La sirena estaba enfadadísima sin que yo supiera por qué. Menos mal que mi primer abuelito siempre está al quite. Esta vez se presentó con un sudario de Christian Dior muy peligroso. Era una recreación en seda natural rojo sangre, de la que salían hachas obedeciendo la órden de la reina de Corazones: ¡QUE LE CORTEN LA CABEZA! 

Sin quitarle el ojo a las hachas pregunté: ¿Por qué? - Es fácil, nena: le has puesto dos tropecientos millones de años más y no te lo perdona. ¡Jopé!


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