Mientras desayuno con Pascualita le cuento lo primero que me viene a la cabeza, siempre que no se lo haya contado antes porque entonces se enfada y hay cola cao por todo y algún mordisco de regalo.
Mi primer abuelito me aconseja que vaya con la sirena al lugar donde transcurre, o transcurrió, lo que quiero contar. Sin pensárselo dos veces arrancó una hojita del árbol de la calle, justo cuando éste estaba cantando una ranchera mexicana que decía (entre otras cosas) - ¡¡¡AAAAAYYAAYYYAAYYYYYY, PALOMAAAAAAAA!!! - y no supe si el Ay era por el estribillo o por arrancar la hojita.
La cuestión fue que tuve que subirme en ella e, inmediatamente, fui transportada ante del Rey Jaime I montado en su orgulloso caballo. Ya en aquel entonces tenía una paloma subida en su mano mientras saludaba a la multitud que le aclamaba.
Mi abuelito volaba a su alrededor envuelto en un sudario de plumas de avestruz, que no sé que pintaba allí porque le daba un aspecto un tanto extravagante. - El Rey dijo entonces a los palmesanos que aplaudían sin parar para calentarse las manos: - ¡Súbditos, daros por conquistados. - Y éstos, con la flema isleña que les caracteriza, dijeron: - Molt be idò.
Para celebrarlo mataron un cerdo, que estaba loco por convertirse en sobrasada y fue muy celebrado lo rica que fue.
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