viernes, 9 de febrero de 2024

Si la envidia fuera tiña...

Los comensales de la Santa Cena se dirigieron, raudos, a la puerta de la calle  pero un silbido mío los paró en seco: - Ya que salís, bajad la basura, chicos.

El comedor parece desangelado y silencioso ahora que no están porque se pasaban el día hablando entre ellos y aquel murmullo era como la música de fondo del hogar. Ahora la única que se pasea por allí es Pascualita. Le ha cogido gusto al lugar y se tira horas reptando de acá para allá. 

Hoy ha tenido un altercado con la mujer, a la que apenas se ve, que limpia ese lugar. La sirena ha recibido un escobazo al pasar, reptando, sobre el suelo recién fregado. Después de reponerse de la sorpresa y el golpe, Pascualita ha sacado la dentadura de tiburón a pasear para darle su merecido a la mujer y no ha sido así. Ha vuelto a atacar con la escoba, la tía. Así que la sirena, herida en su amor propio, le ha pedido a mi primer abuelito que la saque de allí ¡ya!

Pero no ha podido ser inmediatamente porque él tenía prueba de sudarios con varios de los grandes modistos del Más Allá. Está muy solicitado. 

Eso se lo he contado a la abuela y ha torcido el gesto. - "¿No sé qué le ven? Era bastante normalito el pobre". - Pues ahora tiene una percha que es un primor. - "¡Pero si es un ánima!" -(se veía a la legua que se la comía la envidia) - La más elegante de aquel lugar (dije, orgullosa) - "No sé qué le ven" (repitió)

 

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