martes, 27 de febrero de 2024

Calcetín 1 - Pompilio 0.

El repentino concierto de bocinazos en la calle me alertó de la llegada de los abuelitos. Como de costumbre, el mayordomo inglés Geoooooorge, aparcó el rolls royce en la parada del bus y se quedó tan ancho.

Vinieron a comer y trajeron los avíos de lo que iba a ser una espectacular paella de marisco pero que, gracias a un mal entendido amor patriótico por parte de Geooorge, que regó el arroz con te, en lugar de caldo o agua como hacen las personas normales, salió lo que salió Pero como, donde hay hambre no hay pan duro, no dejamos ni un grano de arroz en la paella. Después de lo cual hicimos lo que se espera de unos estómagos agradecidos: dormir una siesta larga y reparadora.

Algo que corría por casa me despertó. Un calcetín corría como un descosido, perseguido por Pompilio que sudaba la gota gorda. 

Se notaba que el calcetín estaba en forma, en cambio Pompilio estaba fondón. Poco acostumbrado a que los calcetines que se le ponían a tiro le salieran respondones, había dejado de entrenar. - ¡Para de una vez! (gritó el duende) - ¡Ni lo sueñes!

El calcetín, después de dar veinte vueltas a la mesa del comedor, volvió a la salita, de la que  salían ronquidos espectaculares y, con maña, se colocó en el pié de Andresito sin despertarlo.

Menuda ovación se llevó el calcetín. A gritos de ¡TORERO, TOREROOOOOO!, por parte de las bolas de polvo que, entusiasmadas, montaron un club de fans calcetinero a los pies de mi segundo abuelito.

No le gustó a Pascualita que la despertaran a las bravas y saltando de mi escote al de la abuela (que del respingo que dio casi choca con su primer marido que volaba cerca del techo) cayó sobre las bolas de polvo y a bocado limpio, acabó en un plis plás con el efímero club de fans.

 

 

 

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