sábado, 24 de febrero de 2024

Envidia:

 A veinte centímetros del techo del comedor se instaló el ánima de mi primer abuelito. De repente le entraron las ganas de ser la primera alma en ver en primera fila, como teje su tela una araña de patas largas. 

Quería tener un sudario de lo más original: de tela de araña de invierno.

Le costó encontrar una araña dispuesta a entregar su tela a un extraño. Es su medio de vida. La red atrapamoscas. La despensa donde guardar sus presas... Pero nadie en el Más Allá puede aguantar la simpatía, elegancia, su saber estar, su percha... sin caer rendida a sus pies. 

El telar trabajaba a destajo. La competencia, las orugas de la seda, estaban mohínas y escandalizadas: - ¿Por qué nos humilla éste hombre? (protestaban) 

Entonces, con la gracia que le caracteriza, se probó el sudario, todavía embastado y miles de bocas se abrieron para que salieran, libres, las babas que cayeron sobre Palma imitando los copos de nieve.

La araña engordó de placer al ver cómo le sentaba el sudario pero se pasó de rosca y explotó como una pompa de jabón. Todo esto lo veía yo encantada hasta que la voz de la abuela me sacó de mi ensoñación: - "¿Qué haces mirando al techo a éstas horas? ... ¡No me digas que...!" - Sí, te lo digo. El abuelito está de dulce. - El pescozón me pilló desprevenida e hice palmas con las orejas. - ¡¡¡AAAAAAYYYYYYY. QUE MALA ES LA ENVIDIA!!!

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