jueves, 28 de marzo de 2024

A ver qué ocurre.

Ya he perdido la cuenta de las veces que he tenido que sacar a Pascualita de dentro de la "cazuelita" de las empanadas. Otras veces, estando las empanadas ya tapadas y listas para entrar en el horno, se ha abierto camino a mordiscos, por eso he tenido que rehacer un montón. Ahora estoy derrengada en el sofá de la salita. ¡Uf, que cansancio!

También la escoba está quejosa de tanto trabajar recogiendo la harina que la medio sardina ha ido tirado al suelo. Unas veces soplando, otras empleando sus manos pequeñas y palmeadas. ¡Valiente bicho está hecha la tía! Lo que tenía que ser una plácida jornada de empanadas y crespells, se convirtió en una lucha sin cuartel contra la fiera corrupia.

Ahora en casa todo es expectación ante lo que, se supone, ocurrirá en el cuadro de la Santa Cena. De momento el silencio es total. Pepe el jibarizado me ha echo saber a través de mi primer abuelito que, por más que ha mirado a través de su ojo-catalejo, no ha visto nada. Ni una sombra. Claro que, con lo lento que lo mueve, para cuando ha llegado a ver la mesa, que estaba vacía, les había dado tiempo a los comensales a cenar y largarse a otro sitio.

No critico a Pepe porque el pobre ha hecho lo que ha podido... y porque no tengo ganas de escuchar una nueva teoría de cómo y por qué, acabó siendo una cabeza reducida convertida e llavero.

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