miércoles, 20 de marzo de 2024

Ajo y agua.

He tenido unas palabritas con el árbol de la calle a cuenta del polen que tira y se acumula en casa. A todas horas estornudamos como posesos. - ¡Para ya de tirar polvos eróticos, jodío! - Oye, nena, que no lo hago por fastidiar jejejejejeje.

La risita sobraba. - ¡No gano para pañuelos por tu culpa! - ¡Eh! No te subas a la parra que no soy yo solo quien os fastidia. Las nubes amarillas llevan arena del desierto para parar un tren. ¿Por qué no te encaras con ellas? - Bueno, eso es distinto... Seguramente viene de Egipto. De acariciar las pirámides... - Ya lo dice tu abuela ¡No eres más tonta porque no te entrenas!

Mandé a la escoba y a la fregona a limpiar los suelos de casa. Y, aunque me pusieron mala cara, se tuvieron que aguantar porque estábamos en su horario de trabajo. La más indignada fue la fregona que, últimamente, se ha vuelto más quejica.

Me senté en la salita a echar un sueñecito que no pudo ser porque me espabiló el ruido de una botella rompiéndose contra el suelo. Corrí al cuarto de baño mientras gritaba: - ¡Pompilio, te arrancaré las orejas! (pensando en él como culpable)

En el suelo del baño yacía, rota en mil pedazos, una botella de perfume fuerte que se dejó la abuela cuando se fue a vivir con Andresito a la Torre del Paseo Marítimo. A su lado, restregándose en el líquido, estaba la fregona.

Media hora después todos los personajes de la casa estábamos comatosos a causa del fuerte olor que esparcía, con garbo y salero, la presumida de la fregona, deslizándose sobre las baldosas que, quejosas, protestaban como el que más. - ¡Nos ahogamos!

Acabé sacando la fregona al balcón para que el aire se llevara la peste lejos pero fue el aire quien se retiró al otro extremo del barrio. Entre tos y tos, el árbol de la calle se quejaba: - ¡NOS AHOGAMOOOOOOOOOOS!

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