martes, 26 de marzo de 2024

Cotilla 0, Casa 1.

Al final la Cotilla no se salió con la suya, pero no por amor al arte ni a las cosas que le dije sino gracias a Pascualita que, harta de oírnos discutir, en dos saltos magistrales impulsada por su hermosa cola de sardina, pasó de la pila de lavar del comedor a la cabeza de la vecina que, en un visto y no visto, dejó pelona entre gritos y aspavientos a cada cual más teatral.

Sin saber de dónde había salido el indio siux que le arrancó la cabellera, la Cotilla bajó a la carrera la escalera. Hay que ver lo poco que usamos el ascensor en casa...

Y mientras el Alarido de la Cotilla iba arriba y abajo dando tumbos y chocando contra las paredes, los Gritos de alegría de los personajes de casa bailaron un vals mientras el árbol de la calle cantaba el brindis de la Traviatta abriendo su enorme boca de madera.

Pepe el jibarizado quiso unirse a la fiesta e hizo una proeza para una cabeza vacía. Sin saber cómo, cayó al suelo desde su estantería de la cocina y arrastrándose milimétricamente, se acercó al balcón. 

Fue mi primer abuelito quien me avisó de que no fuera a pisarlo. Por cierto, estaba de dulce mi primer abuelito. Llevaba un sudario de seda roja imitando un frac del que salían flores y más flores que endulzaban el aire. No pude contenerme y le dije: ¡Olé el ánima más bonita y elegante que se pasea por el Más Allá! De no ser tu nieta tendría un bisnieto contigo, abuelito! - Nena, ... (parecía molesto pero yo sabía que estaba encantado con mi piropo)

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