sábado, 30 de marzo de 2024

Malos augurios.

 He puesto la tele después de comer para dormir una buena siesta pero no he podido porque ¡me he quedado helada escuchando al locutor de El  Tiempo anunciando lluvias torrenciales, nevadas copiosas, vientos huracanados, olas descomunales, arena del desierto en suspensión sobre nuestras cabezas, etc. etc.  Y para terminar de fastidiarla ¡toca cambiar la HORA! 

Cuando he dejado de temblar, en solidaridad con el locutor y ponerme en situación de lo que nos espera, me he dicho: - Lo mejor será salir a caminar ahora. 

Mis pasos me han llevado en pos de una procesión. Y la he encontrado, faltaría más y me he metido entre el mogollón de gente para no tener frío.

Estaba ensimismada contemplando el ambiente que me rodeaba cuando noté una mano sobadora recorriendo, lentamente, mis caderas.  (¡Uep! me dije y se me alegraron las pajarillas)

Quedé quieta, como si la mano no fuera conmigo. De repente me entraron unas ganas locas de contemplar, con disimulo, al tocón. Giré la cabeza como si del ojo-catalejo de Pepe el jibarizado, se tratara. Un rato después, y sujetando mis nervios, di con el sujeto. ¡Al reconocerle, grité como una loca: ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAAA!!!

- ¡Calla (me dijo) que me espantas los clientes! - Y prosiguió abriendo bolsos y bolsillos y vaciando carteras.

Llevaba la desilusión pintada en el rostro cuando acerté a ver a Bedulio el Municipal. Estaba impresionante con su traje de gala. - ¡Bedulioooooo! (grité) - Pero él huyó por la tangente, o sea, por la esquina más cercana.

 

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