domingo, 10 de marzo de 2024

¡Viento!

 Siendo domingo y soleado solo podía hacer una cosa: salir de paseo... con Pascualita metida en el termo de los chinos y Pepe el jibarizado ejerciendo de llavero en mi bolso.

Toda Palma y parte del extranjero, estaba en la calle. Y cuando me he dado cuenta caminaba siguiendo al ganado que me precedía, como los corderos en la trasumancia.

Hasta Pascualita se sentía agobiada y me enseñó dos veces la dentadura de tiburón para que tomara otros caminos más despejados pero habíamos entrado en la calle Sindicato. Una calle estrecha y antigua, repleta de comercios cerrados, a no ser que sean chinos. Un tubo que nos acercaba al barrio antiguo. Vi a lo lejos el reloj del Ayuntamiento.

De repente, un viento frío y violento se arremolino entre mis piernas y, sin comerlo ni beberlo, me vi transportada por los aires, girando como una peonza hasta el tejado de la Catedral.

Yo gritaba - ¡¡¡SOCORROOOOOOOOOOOOOO!!! pero el viento me tapaba la boca y era como el que tiene un tío en Alcalá, que ni tiene tío ni tiene ná. No me oía nadie. 

Pascualita asomó la cabeza por la boca del termo y el viento, juguetón, la llevó en volandas de acá para allá, situándola encima del mar. - ¡Oh, no! (me dije) Desaparecerá en los abismos marinos y no volveremos a verla. - Tuve que enfadarme con el viento, gritándole: - ¡¡¡VALE, YA, JODIO!!!

Bajando la intensidad el viento, enfadado, dijo: - ¡Que sosa eres,tía! - y sin más, se acabó el juego. La sirena aterrizó en mi escote y yo en lo alto de un pino de donde tuvieron que bajarme los bomberos.

 

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