martes, 5 de marzo de 2024

Amores que matan.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla entró en casa a paso de carga y cerró la puerta  de golpe. - ¡Hala! Se van a caer las paredes. - ¡Si llaman no abras! - ¿Y si es el amor de mi vida? - ¡Tampoco! Hay amores que matan y yo no tengo ganas de irme al Más Allá todavía. - ¿Qué ha echo, Cotilla? - ¡Nada! - Entonces me fijé que tenía los pelos de punta. - ¿Se ha pasado al punky?

Me senté en el recibidor a esperar a los de la Mafia china, o algún sacristán de las iglesias que frecuenta la Cotilla "limpiando" los cepillos pero no apareció nadie.

Salí al balcón. Mi primer abuelito disfrutaba del sol del invierno sentado en la copa del árbol de la calle que, por cierto, estaba muy emocionado teniendo al ánima más elegante del Otro Mundo, encima.

Pascualita, que cada día es más chismosa, saltó a mi regazo porque tiene que enterarse de todo la muy jodía. - ¿Sabes que le pasa a la Cotilla, abuelito? (de su cuarto llegaba la canción... ¡Ay, amooooooor, ya no me quieras tantooooo. Aaaaayyyyy, amoooooor...) ¿Estará enamorada? jejeje - Esto le pasa por tener la oreja conectada a cualquier conversación que no le incumbe.

Poco después la Cotilla vino al balcón llevando una jarra de chinchón on the rocks. Sirvió dos vasos y tuve que darle, de extranjis, un poquito a la sirena. 

Cuando se nos soltó la lengua, la vecina dijo: - ¡Rezan para que su Jefe vaya cuanto antes a encontrarse con el Jefe Supremo! ¡¡¡Y lo dicen!!! - ¿Quién? ¿Qué Jefe? ¿Quién es el Jefe Supremo? ¡¿De qué demonios habla?! - ¡Pon la tele, boba de Coria!

La puse. Salía el Papa.

 

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