domingo, 31 de marzo de 2024

Jugando al escondite.

Al final, harta de tanta broma, he salido al balcón y he gritado, urbi et orbe: - ¡¿Estás de cachondeo?! Vale ya, cooooooñe.

El árbol de la calle se ha dado por aludido: - ¿Qué se supone que he hecho ahora, nena? - Si su señoría no lo sabe ¿cómo voy a saberlo yo que soy una insignificante ciudadana? (dije con recochineo) - ¿Te has levantado con el pie izquierdo? - Como tengo dos me levanto con el que me da la gana. - ¡Buenoooooo! Como está el patio. - El árbol de la calle cerró su enorme boca de madera, juntó sus ramas y dijo: -  Corto y cierro.

Estoy de mal humor porque, al tender la ropa ésta mañana, ha llegado una nube negra, salida de no sé dónde y ha dejado caer un chaparrón de agua y arena del desierto sobre la colada.

Corriendo la he quitado del tendedero y ha salido un sol radiante. He vuelto a tenderla y la nube, que jugaba al escondite, ha aparecido ¿para qué? ¡Exacto! Mojarla otra vez. Y así estamos toda la mañana: quitando y poniendo.

Al pasar junto al cuadro de la Santa Cena he oído cuchicheos y he puesto la oreja... ¡Estaban apostando! la mayoría a favor de la dichosa nube. ¡Solo me faltaba ésto! La rabia subió por mi garganta como la lava de un volcán que entra en erupción y ¡¡¡BOOOM!!! ¡LA MADRE QUE OS PARIÓ!

Después de la eclosión de mala uva cogí el cuadro, a Pascualita, a Pepe el jibarizado, a Pompilio, a la Cotilla y a mi primer abuelito y los saqué al balcón. En cuanto la nube me vio vino, rauda, a soltar toda su artillería sobre mi y la colada. Pero se encontró con los más guasones de casa. Esta vez hubo granizo, vendaval y lluvia de ranas. Los gritos de los "mios" fueron un placer para mis sentidos .

 

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