jueves, 7 de marzo de 2024

Arguiñano, perdóname.

Me he levantado con ganas de enmendar la plana al mismísimo Arguiñano. Por eso, después de desayunar, Pascualita y yo hemos ido al mercado de Pere Garau a hacer la compra antes de que se me vaya la inspiración.

Sin pensar lo que podría pasar, he metido a la sirena en el bolsillo del carrito de la compra como si no supiera que ese bicho salta cuando menos me lo espero. Para rematar la faena he entrado por la puerta de las pescaderías... sin embargo Pascualita ni ha pestañeado ¿Por que los peces no tienen pestañas? Bueno, eso también.

Iba encantada asomada al bolsillo, mirándolo todo. Disfrutando con el olor a cosa conocida. Viendo el género bien colocado en los puestos de venta... De repente, mi primer abuelito pasó, en vuelo rasante, sobre nuestras cabezas! - ¿Qué haces aquí? (le pregunté) - ¡A ti que te importa! (contestó uno que se cruzó conmigo) - ¡No hablo contigo, imbécil! (ay, me salió del alma)

Pascualita seguía tranquila en el bolsillo. Estábamos a punto de salir de la pescadería cuando una cigala se espabiló, movió las patas e intentó huir. - ¡Eh, que se te escapa el género! (avisé al pescadero que atendía a unos clientes chinos) Entonces la sirena entró en acción ¡y se comió la cigala en un santiamén! - ¡Oh, no! - Después de eso ya no hubo quien la parara. Cigala, cangrejo o almeja que se movía ¡Ñaca, al buche!

- ¡¿Qué es eso?! - preguntaba el pescadero, ojoplático, mientras el género más fresco iba desapareciendo: - ¡Un tamagochi!.  Tuve que tirarme en plancha sobre el mostrador para coger a la sirena.

Refugiada en casa, la voz irritada del pescadero llegó a mis oídos - ¡Que sepas me debes el oro y el moro! ¡¡¡Aquí está la factura!!! -  ¡¡¡AAAAYYYYY!!! gritó el árbol de la calle cuando el pescadero clavó en el tronco la factura del desaguisado

 

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