jueves, 29 de agosto de 2024

Estoy preocupada.

La Cotilla ha mantenido una conferencia de tres pares de narices, con la abuela. Creo que está intentando que me pongan la camisa de fuerza y así, quien se quedaría con la Torre del Paseo Marítimo de los abuelitos, sería ella. - ¡Por encima de mi cadáver! (grité, a pesar de que todo eran elucubraciones mías)

La Cotilla saltó como un gamo del susto que le di. - ¡Ay, la madre que te parió! Menos mal que ahora vendrá tu abuela y veremos lo que hace contigo. 

Quedé muy preocupada a pesar de que mi primer abuelito apareció a mi lado. Elegante como no hay otro igual, con su nuevo sudario echo de arena de las profundidades del mar Egeo que Pascualita reconoció de inmediato y se acercó para sentir su olor y disfrutar, o no porque éste bicho es lo más raro que parió madre... ¿O saldría de un huevo?

El caso es que los recuerdos la enternecieron y de sus ojos de pez rodaron unos lagrimones que acabaron en el suelo, se deslizaron hasta el balcón y cayeron al alcorque del árbol de la calle.

El rolls royce aparcó en la parada del bus, como es natural y se produjo el concierto habitual de pitos. Al abrir la puerta de casa lo primero que entró fue el aroma, inigualable, de las ensaimadas recién sacadas del horno. 

El mayordomo inglés, Geooorge, dispuso la mesa como si viniera a tomar el té el rey de Inglaterra. Colocó las tazas de porcelana fina de la abuela (dice que no es lo mismo que tomarlas en tazas de duralex. Ya ves tú cuanto cuento solo para beber agua caliente con hierbas)

De momento todo iba bien... y mi primer abuelito, vigilando. 

 

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