domingo, 18 de agosto de 2024

Problema solucionado.

Tengo que salvar a Pascualita. Está en el fondo de la pila de lavar del comedor, encerrada en el barco hundido. No sé cuanto tiempo podrá aguantar sin agua de mar.... Tengo que alejar a la Cotilla ¡No puede descubrir a la sirena o, esta misma noche, la cambiará por cualquier cosa en el trapicheo!

Los pitos de la calle anunciaron que el rolls royce de los abuelitos había aparcado en la parada del bus. ¡Aleluya! (pensé) El sonido de la llave en la cerradura me supo a música celestial. - ¡Abuela, Cotilla, escondeos que viene la Mafia China con ganas de jarana!

Salieron las dos zumbando camino del cuarto de la vecina y pude sacar el barco hundido y meterlo en el bolsillo. Luego me encerré en el cuarto de baño y puse el pestillo. Saqué a Pascualita, que estaba dando sus últimos estertores y la sumergí en el agua de mar de una de las garrafas que siempre tengo llenas.

Poco a poco, la sirena fue volviendo en sí. Le recité la receta de las rosquillas de anís, para tranquilizarla, como si le estuviera contando el cuento del Gallo Kirico porque, en ese momento, no me venía a la cabeza. 

Llamaron a la puerta: - ¡Nena, que es para hoy! - Un momento, Cotilla... ¿Por qué no va al baño de su casa? - Está llena de turistas. - "Nena ¿ya has bebido chichón ésta mañana? No hay Mafia que valga ¡Abre!" 

Metí a la sirena en mi escote y abrí. La Cotilla entró en el baño a paso de carga: - ¡Ya era hora, cooooñe! - Me empujó con fuerza para apartarme de su camino y, al hacerlo, Pascualita se vio en el espejo del lavabo ¡y se abrieron las puertas del Infierno!

La sirena atacó al bicho que la amenazaba mostrando la dentadura de tiburón. Saltó sobre él pero la cabeza de la Cotilla se interpuso y la dejo monda y lironda en un santiamén, entre gritos de espanto y rugidos de guerra.

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