martes, 6 de agosto de 2024

Inculta.

Llegaba yo a casa cuando me di de bruces contra Geooooorge que salía cargado con el equipaje de su patrón, Andresito. - ¿Hay traslado? - ¡Yes! - Me alegra esa respuesta, inglés... ¿Nos tomamos un chinchón? - Mi tener mochou trabaco. - Y siguió bajando las escaleras - ¡Oye, que tenemos ascensor! - ¡Mi hacer sport! - Allá tú.

El mayordomo inglés estaba a punto de llegar a la acera cuando le grité: ¡Como echaré de menos tus asquerosas paellas con té! ¡Puag!

Más tarde, el árbol de la calle me contó que me había llamado Inculta. Bueno pues tal día hará un año (me dije). 

No fue hasta después de la siesta cuando escuché que me llamaban así... ¿Inculta? - ¿A qué viene eso? - El comensal de las treinta monedas de plata respondió que, dado que no tengo nombre, ese me venía como anillo al dedo. - Me sentó a cuerno quemado. Y antes de que pudiera dar mi opinión la Cristalera del balcón, que hablaba con las COFRE, dijo: - Pobrecilla, con los años que ya tiene y nadie se ha preocupado nunca de ponerle un nombre. Y ese es bonito. - Era la primera vez que alguien se preocupaba por mi y me sentí rara. Una lagrimita corriendo por mi cara puso un broche de oro al drama sentimental.  

Sonó el teléfono. Era la abuela: - "Andresito lleva un nuevo peinado: los cuatro pelos que tiene están ¡DE PUNTA! jajajajajaja y yo no hago más que elegirle fotos. Que jodía eres cuando quieres, nena" - Inculta (dije tratando de encajarlo en mi personalidad) - ¡Inculto tu primer abuelito, boba de Coria! - Y me colgó el teléfono ofendidísima.

 

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