El árbol de la calle ha echo oír su voz para anunciar: ¡Estamos en AGOSTO! - Le cayeron tantos cubos de agua como vecinos hay en mi finca. El enfado era tremendo. Habíamos pasado toda la noche sin dormir. Pegados al botijo y al abanico y cuando al señorito Juanito Calores le salió de la entrepierna suavizar los ídem y pudimos dormir, va y nos despierta para decir lo que ya sabíamos con solo mirar el calendario de la cocina: ¡Que es agosto!
El frufrú de la seda rondando junto a mi cabeza, me dio a entender que mi primer abuelito estaba conmigo: - Hola... me caigo de sueño... - Por eso vengo vestido con un sudario refrescante, nena y fíjate, lleva borreguitos para que los cuentes y el Sueño se deje coger, porque éste también es muy suyo. Menuda tropa forman el Sueño, el Calor, el Frío, El Hambre y unos cuantos presuntuosos más que rondan por ahí.
Pero todo fue inútil porque ya me había desvelado el plasta del árbol de la calle. Lo mismo le pasaba a Pascualita que estaba de un humor de perros porque, si algo le molesta, es ser despertada bruscamente. La media sardina lanzaba dentelladas a diestro y siniestro. Algunas bolas de polvo vieron por última vez la luz del día.
La única que durmió a pierna suelta esa noche fue la Cotilla. El día anterior puse una jarra de chinchón on the rocks en la nevera y la muy ansiosa, al verlo, se llevó la jarra a su cuarto, con nocturnidad y alevosía, y la vació de un trago nominado para Record Guinnes del año.
Y sigue durmiendo la mona, traducido como: Coma Etílico.
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