miércoles, 14 de agosto de 2024

Una DANA nos ataca, la muy jodía.

Creí que lo que entraba por el balcón, abierto de par en par, era cante hondo e, inmediatamente, de mi salieron unos olés de acompañamiento hasta que una rama del árbol de la calle se estrelló contra la Cristalera. Esta soltó un ¡Ay! al sentirse golpeada pero fue una nota discordante y se acabó la magia.

Mi primer abuelito apareció flotando a un palmo sobre la lámpara del comedor. - Nena, te está equivocando... - No, se ha equivocado la Cristalera. Ya sabes que es un poco sosa. - El árbol de la calle no canta. Tiene miedo porque viene una DANA. - ¿Quién es esa? Por cierto, ¿te estás probando un nuevo sudario? - Si. Voy lleno de alfileres. Menos mal que soy intangible y no me pincho.

El árbol de la calle gritó: - ¡Nena! amárrame a tu balcón que no quiero que me arranquen de mi alcorque. ¡Tengo mucho miedo, buaaaaaaaaaaaaa! - ¿? - Son vientos huracanados, más chulos que un ocho que cuando montan peleas arramblan con todo lo que tienen a mano ¡Lo destrozan todo ¡Y TENGO MIEDO!

Pascualita, desde mi escote, escuchaba atentamente, mientras no dejaba de mirar hacia la costa. Sus pelo-algas estaban erizados y el esbelto cuerpecillo listo para atacar con la dentadura de tiburón por delante. Ella había conocido muchas DANAS en su larguísima vida. 

- Saldremos de ésta, árbol... ¿Saldremos de ésta, Pascualita?

 

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