sábado, 10 de agosto de 2024

La Maraton.

Plantada en medio del comedor he dado un berrido llamando a tod@s los personajes de la casa: - ¡¡¡Quien no esté aquí en dos segundos, no saldrá en la foto!!! - Y acto seguido tod@s hicieron acto de presencia ante mi. Nunca pensé tener tal poder en mi voz. Hasta mi primer abuelito apareció ipso facto.

Con todas las miradas puestas en mi, las bocas se abrieron: - ¿Una foto?- ¡Yo quiero salir! - ¿Es para el Hola? - ¡Que ilu! - ¡Quiero siete copias! - ¡Espero que me saque el lado bueno! - ¡Y yo con éstos pelos1 ... Aquello se convirtió en un guirigay y tuve que intervenir: - ¡SILENCIO! Nadie hará ninguna foto. Solo es un modo de hablar... ¿a dónde vais?

Fueron pocos los que se quedaron: el árbol de la calle porque aún no ha aprendido a andar; la Cristalera, los comensales de la Santa Cena y pare usted de contar... Ni siquiera Pascualita que volvió a meterse en la pila de lavar del comedor llena de cubitos de hielo para mitigar el calor.

- Quería deciros que hoy correremos la Maraton. Espero que todos estemos a la altura, en homenaje al soldado que la instauró, muy a su pesar, siglos atrás. - ¡Oh, no! (se quejó el árbol. El calor y los años lo han vuelto quejica) Cada cuatro años lo mismo. ¡Ya no estoy para esos trotes, nena! - Animo. Todo sea por la tradición.

Puse un espejo de modo que se viera la pantalla de la tele desde el comedor. Y el árbol acercó una rama a la ventana de la salita. Después me acomodé en el sofá junto con una jarra fresquita de chinchón on the rocks. Encendí la tele. Pascualita llegó por los aires a mi regazo atraída por el licor. Y todos nos dispusimos a sufrir calambres en las piernas a medida que fueran pasando los 42 kilómetros de rigor.

Por supuesto, todos íbamos con el etíope de turno.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario