domingo, 29 de diciembre de 2019

Alfombra mágica.

Ha entrado en casa una hoja del árbol de la calle y ha revoloteado en torno a mi hasta caer rendida al suelo. Pascualita, que es más cotilla que la Cotilla, ha saltado de la olla exprés para ver qué era eso. Pensé que la hoja iba a durar menos que un bizcocho a la puerta de un colegio pero no, se ha limitado a tocarla y después me ha mirado.

- ¿No te la comes? (le he preguntado) - Por toda respuesta me ha enseñado sus dientecitos de tiburón y se ha subido a la hoja. Me ha hecho gracia porque me ha venido a la mente que bien pudiera ser una alfombra voladora como las de Las mil y una noches. Y sin pensarlo, también me he subido. Mejor dicho, la he pisado porque entre la hoja y yo hay mucha diferencia de estatura y corpulencia.

Pero, no sé cómo ni por qué, hemos emprendido un extraño vuelo que nos ha llevado hacia el balcón y desde allí hasta un lugar que brilla bajo el sol.

El viaje ha sido rápido y sin problemas, salvo los que yo me he imaginado, que han sido muchos y peligrosísimos.

Al aterrizar, la sirena ha emprendido la marcha reptando sobre la arena caliente. - ¡Oh, no! ésta se va al mar y adiós muy buenas. (pensé asustada por el hecho de perderla para siempre) - Pero el mar no se veía por ninguna parte. - Pues está apañada porque no hemos traído el termo de los chinos con agua salada...

De repente, una cinta azul apareció en la lejanía. - ¿Agua? - Sí, pero dulce porque aquello era un río larguísimo y antiguo. Y Pascualita iba hacia él de cabeza. - ¡Noooooo! ¡Es el Nilo! ¡Te ahogaras!

Corrí tras ella y la cogí en el mismísimo momento en que desaparecía en sus aguas. El coletazo que la hubiese llevado a las profundidades me lo dio en la mano... y me despertó.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! Nena... ¿de dónde has sacado esa gamba gorda que tienes en las manos?

La Cotilla me ha pillado con la guardia baja pero me he espabilado en seguida. - Es... un langostino... Nada que le pueda interesar al señor Li... - Podemos darle gato por liebre y nos sacamos una pasta gansa (dijo la puñetera vecina) - Corrí al cuarto de baño como si tuviera una urgencia fisiológica, cerré la puerta y ¡grité! - ¡¡¡Que se escapa, que se escapaaaaaa!!! - ¡¿Quién se escapa?! ¿Llamo a los bomberos? - ¡¡¡El langostinoooooooo se ha tirado al váter!!!

Al salir del baño, gruesos lagrimones corrían por las arrugas de la cara de la Cotilla. - Que emocionante... ¡snif!... ha preferido morir... ¡snif! ... que ser comido por el chinooooo... ¡snif!...

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