lunes, 2 de diciembre de 2019

¡Tengo superpoderes!... ¿seguro?

La abuela me ha tirado los trastos a la cabeza cuando a visto lo delgadita que está la sirena, en lugar de darme las gracias y montarme un centro de estética y auto ayuda. - "¡La vas a matar de hambre, desgraciada!" - Pero si se come todo lo que encuentra. ¡Hasta ha conseguido comerse el pan de la Santa Cena y beberse, de paso, el vino!

Yo estaba muy contenta de haber llevado, a rajatabla, la dieta de Pascualita, a pesar de ella misma. Ahora vuelve a caber en el termo de los chinos. - "¡Haberle comprado otro, tía rácana!" - ¿No eres tú su amiga del alma? Pues lo compras tú. - "¿Dónde vive mi chiquitina? ¡en tu casa! Te toca a ti."

Siempre me toca pagar el pato y las facturas. Cómo me gustaría tener superpoderes y salir volando hasta los confines de la Tierra ¡y más allá!... ¡Un momento! acabo de darme cuenta de que no sé si los tengo porque nunca lo he probado.

Aprovechando que estaba sola y que en la calle hacía un vendaval, le he propuesto a Pascualita irnos a correr aventuras aprovechando las corrientes de aire como los quebrantahuesos y las águilas. Creo que no me ha entendido, como ella es de aguas profundas... Tendría que haberle dicho: como las ballenas y los delfines... No sé, no sé porque estos son mamíferos... Pues como las sardinas y los calamares ¡Eso sí! pero, claro, no vuelan y no tengo ni idea de cómo se llaman los peces voladores. En fin, ya sabrá de qué le hablo cuando emprendamos el vuelo.

En cuanto me he acercado al orinal aristocrático me ha lanzado varias dentelladas. Desde que está a dieta tiene querencia a mis dedos. He tenido que ponerme el guante de acero para cogerla.

La he metido en el termo de los chinos donde, ahora, cabe holgadamente, me lo he colgado al cuello y, arrimando una silla a la barandilla del balcón, me he subido a ella.

El viento soplaba con fuerza y hemos estado a punto de caer al vacío. He visto venir a Bedulio y le he llamado - ¡¡¡Bedulioooooo. Me voy al fin del mundooooooo!!! - En cuanto me ha visto, ha dado media vuelta y ha desaparecido tras la esquina.

Mientras intentaba guardar el equilibrio he visto a la Cotilla. - ¡¡¡Heeeyyyyy, Me voyyyyyy!!! - ¡Te vas a caer, boba de Coria! - Extendí los brazos moviéndolos como si fuesen alas. Cada vez más fuerte, más fuerte, ¡más fuerteeeeeeeeee! ¡¡¡PATAPAM!!!

Una fortísima racha de viento me lanzó contra el árbol de la calle y allí quedé, enredada en sus ramas como un pez en la red.

Pascualita saltó del termo de los chinos a una maceta del balcón resguardándose en ella. Y mientras yo intentaba salir del atolladero sintiéndome como un escarabajo patas arriba caído en una telaraña, por la ventana de la salita la Cotilla llenaba una copa de chinchón, la levantaba hacia mi en un brindis y se la bebía ¡a mi costa!


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