viernes, 28 de febrero de 2020

Pascualita ¡cabezona!



Cuando quise entrar a Pascualita en casa porque era hora de irnos a dormir, la sirena dijo que nones. Acabé discutiendo con ella. - ¡No me cabrees que te doy un escobazo! ¡Que entres te digo! - La sirena me contestaba enseñándome los dientes de tiburón o tirándome buchitos de agua envenenada. - ¡Quietaaaaaaaaaaaaaa, bicho! ¡Cómo me des vas a hacer palmas con las orejas que no tienes, media sardina!...

Cuánto más me atacaba ella, más frenética me ponía yo. Y para acabar de liar más el asunto, los gorriones se pusieron del lado de Pascualita, al fin y al cabo era su heroína ya que los había salvado del halcón.

El guirigay de trinos subía de tono por momentos hasta que los vecinos y vecinas se fueron asomando a balcones y ventanas. - ¡Deja en paz a los pájaros, boba de Coria, que no se escucha el telediario! - ¡Búscate un novio y deja de molestar a la gente! - ¡Con razón se largo su abuela. Menuda chiflada ésta hecha! - ¿A ver qué le habran hecho los pobres pajarillos?

"Los pobres pajarillos" se lanzaban sobre mi en picado y tuve que huir del balcón y cerrar los cristales antes de que me sacaran un ojo.

Mientras me tranquilizaba llamaron a la puerta. Era Bedulio dispuesto a ponerme una denuncia. - ¿Por qué? - Por molestar a los gorriones. Son nuestros vecinos, ciudadanos de Palma como tu y como yo. ¡No se puede ir avasallándolos para divertirte! Y tampoco se les insulta!

Aquello era más de lo que podía aguantar. Todo la culpa recaía sobre mi y, encima, no podía decir nada de la sirena, así que me di media vuelta y grité: - ¡¡¡ABUELITOOOOOOO, BEDULIO ME ESTÁ MOLESTANDOOOOOOO!!!

Un Municipal, desencajado, tembloroso, con los ojos arrasados de lágrimas y el corazón a punto de parársele en seco, corrió escaleras abajo huyendo del ánima de mi primer abuelito que lo miraba, guasón, desde lo alto de la lámpara de la entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario