domingo, 16 de febrero de 2020

¿Quién lo paga?

Llega el Carnaval y a la abuela ya le ha entrado la fiebre de los disfraces. Y ha venido con un bolso lleno de trajecitos en miniatura para la sirena. - "¡Mira que bonita vas a estar vestida de Caperucita Roja! ¿o te gusta más el de Bambi? ¡Mira éste de Dumbo! ..." - La sirena los miraba todos como quien oye llover. Me di cuenta de que la abuela se ha quedado desfasada con los personajes de ayer y de ahora. Y como si me hubiese leído el pensamiento, sacó un nuevo disfraz: de la Sirenita!

- ¿No te parece redundante vestir a una sirena de sirena. - "Es la mejor solución que he encontrado para que pase desapercibida. Nadie pensará que bajo estas ropas hay una sirena auténtica"

La fue vistiendo con todos los trajes, probando con cuál estaba más ¿guapa? ¡Por favooooor! - A mi me ha gustado el de Dumbo porque no se le veía la cara pero al bicho no le ha echo ni pizca de gracia ahogarse dentro de aquella cabezota de grandes orejas. Finalmente se decidió por el de sirena, con pelucón y todo.

En lugar de aprovechar la hermosa cola de sardina de Pascualita, la embutió en un traje de fieltro con forma de cola. Como sostén le puso una conchas pequeñitas en cada seno que le molestaron un montón. Y, además de la peluca larga y roja, le aplicó maquillaje sonrosado en la cara, le alargó las casi inexistentes pestañas a base de rimel y pintó sus labios de pez, de rojo pasión que es el color favorito de la abuela.

Cuando la vi disfrazada un escalofrío me corrió la espalda ¡que cosa más fea, puñetas! Y para verificar ésta verdad, la abuela le puso un espejo delante: - "¡Para que veas que bonita es mi chiquitinaaaaaaa!"

Y vaya si se vió. Se le erizó el pelo -alga, sacó la dentadura de tiburón a pasear y lanzándose adelante impulsada con la cola, se estrelló contra el espejo que se quería comer.

¡Hasta la abuela se asustó. Y no digamos el primer abuelito que saltó de la lámpara de la salita y se refugió en lo alto de la cortina de la ventana.

Fui a por el guante de acero e intenté coger a la sirena pero quello era una fiera corrupia defendiendo su territorio frente a la "enemiga" que había entrado en él. El bicho se revolvía intentando morder. Mientras la llevaba al acuario se reflejó en el espejo del aparador y ahí ya no puede sujetarla ni dándole chinchón.

Se escapó de mi mano y chocó una y otra vez, contra el cristal hasta que lo crujió, estalló y hubo cristales por todo. - ¡¿Y ahora quién me lo paga, eh?! - La voz de la abuela sonó detrás de mi: "¿Dónde estámos? ¿Dónde vive quién lo ha hecho?: EN TU CASA, BOBA DE CORIA. TE TOCA. - Y se quedó tan pancha.

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