lunes, 24 de febrero de 2020

Robo de sábanas.

Aprovechando que hace muy buen tiempo he cambiado las sábanas. Al sacarlas de la lavadora no me podía creer lo que veía ¡Me las habían cambiado!

Metí a Pascualita en un barreño con agua de mar y me senté a su lado para comentar lo que había pasado y para que no viniera una gaviota en vuelo rasante y se la comiera.

Me ha dado la impresión de que no le interesaba el tema. Reconozco que una conversación sobre sabanas recién lavadas no es de lo más atrayente. Pero el tema tiene su puntito de suspense. Por eso he decidido abrir una investigación pseudopolicial.

Pero las sábanas estaban tan límpias que era imposible hallar huella alguna... Sin embargo la policía siempre encuentra algún indicio que ayuda a descubrir al malechor.

Alumbrándome con una pila, repasé, uno a uno, todos los centímetros de tela pero no me dio resultado positivo ninguno. Puse las sábanas al traslúz y tampoco. Empezaba a desesperarme porque quería encontrar al ladrón. Pascualita bostezaba bajo el agua. - ¡Sube y escúchame! Hablando en voz alta es como se aclaran las ideas. - Pero no me hizo ningún caso. Hasta que caí en la cuenta de que el ladrón podía ser algún conocido.

- ¿Ha venido Bedulio por casa cuando yo estaba fuera?... ¡Claro, ha sido la Cotilla! Me va a oír cuando la vea - Siguió bostezando y a mi me dieron ganas de hacer sopa de sirena con almejas. - ¡Ayúdame, cretina!

Para tranquilizarme me concentré en las sábanas tendidas, respiré hondo, me acomodé bien en la silla de plástico y me dormí como un ceporro. Tiempo después desperté sobresaltada. - ¡Eureka! (grité, a pesar de saber que la policía no emplea esa expresión)

Había dado con la solución del caso de las sábanas robadas. Corrí a por la botella de chinchón y Pascualita y yo brindamos alborozadas porque en sueños vi lo que pasó: hacía tanto tiempo que no cambiaba las sábanas que habían cambiado de color. Por eso, al ver su hermoso verde esmeralda original, me costó reconocerlas..

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