miércoles, 26 de febrero de 2020

Pascualita quiere ser pájaro.

Este febrero caluroso ha despistado a todo el mundo, desde las plantas y los animales a las personas. Y ese ha sido el motivo de que los gorriones que habitan el árbol de la calle, hayan vuelto y estén construyendo nidos nuevos o arreglando los de los años anteriores.

Pascualita, que es medio de todo: pez, persona y planta (por su pelo-alga) está más despistada que un pulpo en un solar y le ha dado por ser, también, ave. Oye trinar a los pajarillos y no duda en impulsarse con la cola y salir disparada hacia la ventana. Si encuentra cerrados los cristales, se pega el porrazo padre y luego anda atontada unas horitas. Si la ventana está abierta (no sé que es peor) aterriza en una de las ramas del árbol y tiene que hacer malabres para no caer al vacío. Lo malo es si cae en un nido. El otro día hizo una pequeña tortilla aplastando media nidada.

La que se lió entre la pareja de gorriones y Pascualita. Al oír el escándalo, tuve que acudir, escoba en mano, para poner un poco de órden.

Mientras agitaba la escoba entre las ramas del árbol, llegó la abuela en el rolls royce y antes de que pudiera reaccionar, una mano vigorosa me la arrancó la escoba de las manos y me dio tal escobazo que me dejó patidifusa. ¡Era la abuela, que había subido de cuatro en cuatro, los escalones pensando que estaba matando a la sirena!

Lo peor fue que, desde la calle, algunos vecinos aplaudieron.

Ahora me encuentro cartelitos en todas partes, con una caricatura mía, poniéndome a parir porque, dicen, he querido cargarme a los gorriones.

Llamé a todos lo timbres y convoqué una reunión de vecinos en mi rellano. - ¡Que sepáis que estaba barriendo el polen de las ramas para que no tengáis alergia, jodíos,!

La sorpresa en sus caras fue para partirse de risa. No sabían cómo darme las gracias. Recibí besos y abrazos, achuchones que no venían a cuento, reverencias e, incluso un vecino me propuso un negocio, en voz baja: Te compro todos los gorriones que caces ¡Me encantan fritos! - Desde entonces va cojo perdido y su mujer, que no vio el patadón que le di, no para de comentar lo tonto que es su marido. - Por poco se parte la pierna y dice que no sabe cómo se ha hecho eso ¡Si es que más tontos no los hay!

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