miércoles, 28 de abril de 2021

El mirlo blanqueado.

 Cuando Pascualita me ve me saca los dientes. Preferiría que me sacara la lengua pero no sé si tiene, como es un bicho tan raro... y cualquiera le abre la boca. Creo que está traumatizada por lo que vio ayer cuando convertí en blanco a un pájaro negro que, por cierto, se ha hecho el amo de la maceta, vacía , del balcón.

Como el tiempo ya es bueno, dejo los cristales abiertos para que entre el calorcito ... y alguien más: la Cotilla, por ejemplo, pero no se va de vacío, por lo menos hoy. Han desaparecido las hojas de lechuga con las que iba a hacerme una ensalada. Y las mondas de patatas que pelé para la tortilla. Y la hoja de periódico con el crucigrama que guardaba para hacerlo más tarde...

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! - ¡A usted quería ver yo, Cotilla! - ¿Qué pasa en Cádiz? - En Cádiz no sé pero en aquí están desapareciendo cosas... - ¡¿No me digas que se han llevado las velas del altar de los Amigos de lo ajeno?! - No caerá esa breva.

Esos breves comentarios ocasionaron una gran discusión entre nosotras que zanjó la voz del árbol de la calle. - ¡Ha sido el mirlo blanqueado! Lo he visto antes de dormirme como una marmota porque la Primavera me puede. Siento que hayáis gastado tanta saliva discutiendo pero ahora mismo os lo voy a compensar. Y antes de que pudiéramos negarnos, porque sabíamos lo que se nos venía encima, el árbol abrió su boca de madera y cantó Allá en el Rancho Grande, ¡veintisiete veces seguidas!

No nos merecíamos tamaño castigo.

Efectivamente, el mirlo blanqueado ha ido rellenando la maceta con lo que ha ido encontrando por casa hasta hacerse un nidito de soltero la mar de acogedor.




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