sábado, 17 de abril de 2021

La bronca.

 No me ha quedado más remedio que ponerme firmes y abroncar a todo bicho viviente de mi casa porque ha llegado un momento en que me toman por el pito del sereno y eso no puede ser ¡No puede ser!

Los he convocado a todos, árbol de la calle incluído. - Vamos a ver ¡Quiero intimidad en MI casa! No quiero que nadie venga detrás de mí cuando voy a ducharme. - Yo no hago eso (dijo la Cotilla) - ¡A usted se le ocurre entrar cuando estoy bajo la ducha! - Porque tardas mucho y tengo incontinencia urinaria... - ¡Eso son cuentos de Calleja! ¡Vaya a la tienda de los chinos del señor Li y cómprese un orinal, leñe! - ¡Sí, hija. No tengo nada mejor que hacer!

La voz del árbol de la calle sonó melodiosa: - A mi esta historia me resbalaaaaaaa. No puedo entrar en tu casaaaaaaaaa. No quepooooooo. - ¿Qué no, bocazas? Tu raíces se filtran bajo tierra, suben por las tuberías y las oigo hablar, criticar, cantar y lo que es peor ¡reirse de mi cuando estoy enjabonada! - Su respuesta se tornó quejosa: - Aaayyyy, me llevan por la calle de la amargura mis raíces... ¡snif!... . son muy traviesas... ¡snif... y van por libre... ¡snif!... ¡Que cruz tengo con ellas... ¡snif...

La cristalera del balcón no abría la boca ni la puerta. - ¿No dices nada? (comenté) ¿Eres una santa cristalera? ¡Pues, no señor! ¿A qué viene ese juego que te llevas con las puertas, abriendo y cerrándolas hasta que mi reflejo aparece en los cristales del balcón  ¡He oído como me aplauden desde la calle, descarada?

El sudario rojo pasión de mi primer abuelito inició un movimiento de repliegue. - ¡Alto ahí! ¿crees que no sé que te cuelas por las paredes, escondiéndote luego entre el vaho del agua caliente para que yo no te vea? ¡Eres un salido! - ¡Alto ahi, nena! (me dijo telepáticamente) lo hago para satisfacer un antiguo deseo que no pude cumplir en vida: darme un baño turco... Sé que no es lo mismo pero me encanta sentirme envuelto en vàpor.

Solo me faltó encararme con el Rosario de la Aurora pero no puedo venir a la cita porque tenía trabajo. 

Cuando me quedé a solas, repantingada en el sofá de la salita, Pascualita asomó la jeta por mi escote, donde había permanecido escondida mientra estuvo la Cotilla en casa. A ella no pude reñirla porque es bicho de agua de mar y en mi ducha sigue saliendo dulce. - Le señalé la botella de chinchón y le dije: - ¿Un on the rocks, sardinilla? ... ¡Anda que no!

 

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