jueves, 8 de abril de 2021

Socializando...

La abuela estuvo dándome la vara porque dice que no socializo con la gente. Que tengo que cambiar porque es la única manera de conseguir un padre para su bisnieto (ella siempre barriendo para su casa) - "Inivita a los vecinos a merendar, por ejemplo"

Seguí su consejo. Cogí bloc y bolígrafo y anoté los nombres de mis vecinos. Después, a mano, escribí las invitaciones y las repartí en los buzones. Esa misma tarde mi buzón rebosaba de anónimos: - ¡Hija de la grandísima pilingui! ¡Mi marido merienda donde lo hago yo, zorrón verbenero! ¡Acércate a mi marido y jugaré al ping pong con tus ojos!... etc. etc.

Eran de las vecinas. Las reconocí porque eran los mismos insultos que les sueltan a sus maridos si se desmadran un poco. Me asomé al patio de luces y grité: - ¡¿Vecinas, al final cuántos vendrán a merendar a mi casa?

¡La de cosas que cayeron al patio!

De noche, unos vecinos llamaron a mi puerta a hurtadillas. - Hola... ¿Venís a marendar? pues a ver avisado antes porque no he preparado nada...

Uno se enfadó muchísimo. - ¡Para un rato que me he podido escapar! ... ¿Y no hay "merienda"? - Estaba tan cabreado que se cargó una silla del comedor y como, ni la quiso pagar ni bajar al contenedor, subí a contárselo a su mujer.

No sé que pasaría pero el escándalo, en aquel piso, fue de los que hacen historia. También fue histórico para mi llamar a Bedulio y denunciarlos por escándalo. Por una vez, denuncié yo. 

Luego, Pascualia y yo estuvimos de acuerdo en que eso se merecía uno... o varios, chinchones.

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