La abuela me ha llamado para decirme: - "Que no me entere yo que comes carne hoy" - Carne, no. Solo el chorizo de la fabada asturiana. - "¡Pero...! Andresito, dile algo a tu nieta política porque acabará matándome de un soponcio ¡Dice que comerá chorizo!"
Pero, en lugar del abuelito se puso la bisabuelastra. - Hola ¿Me invitas a comer? A tu abuela le ha picado algo. Creo que se está volviendo beatona ¡Yo también quiero chorizo!
Le arrebataron el teléfono. - ¡Suelta, mamá, que solo dices tonterías! ¿Qué dirán nuestros amigos si saben que hoy comes carne? - A plín ¿Crees que a mis ciento y muchos años me importa lo que digan? ¡¡¡Quiero chorizo!!!
Desde lo alto de la lámpara del comedor, mi primer abuelito aplaudía a rabiar defendiendo a la Momia. - ¡Pero si es para comérsela a besos y estrujarla entre...! - ¡No, estrujarla no que se hará picadillo!
- La abuela volvió a llamar. - "¿Has visto la que has liado?" - Yo no he empezado ... ¿Qué vais a comer vosotros? - "Caldereta de langosta al estilo menorquín" - ¿No comeréis bacalao? - "Pues no." - Es lo que toca. ¿Y potage de Semana Santa? - "Tampoco" - ¿Me vas a invitar? - "Nasti de plasti" - ¡Que morro tienes!
Colgué el teléfono de golpe y poniéndome en jarras, le dije a mi primer abuelito: - Vete a por la Momia y te prepararé un plato de torrijas...
No me dio tiempo a acabar la frase cuando un revuelo de sudario con cuadros Príncipe de Gales, pasó rozándome para coger la primera racha de viento que lo trasladó a la Torre del Paseo Marítimo y raptó a la bisabuelastra.
Cuando nos sentamos a la mesa delante de las torrijas y la botella de chinchón... - ¡Avemariapurísimaaaaaaa! - ¡Oh, no, la Cotilla!
La única que quedó en su sitio fue la Momia. Pascualita se escondió bajo una torrija, Pepe dejó quieto su ojo-catalejo. Mi primer abuelito subió, raudo, a la lámpara del comedor. Llamaron a la puerta. - ¡Abra, Cotilla! - Era el señor Li. - Yo pasal pol acela y olel a tol.lija. Yo quelel muchas.
Cuando los dos gorrones del barrio entraron en el comedor lo encontraron vacío. Nos habíamos trasladado al árbol de la calle con las torrijas y el chinchón. La escandalera que formaron los gorriones dieron fe de no nos privamos de nada.
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