jueves, 19 de mayo de 2022

¡Ay, que risa, María Luisa!

Hoy me he asomado varias veces al balcón, con el paraguas abierto por si las moscas pero, hoy,  el buen tiempo era real y he pensado que no estaría mal ir a la playa. Lo mal ha sido que, cada vez que me ven los personajes de mi casa, se parten de risa a cuenta de la "bromita" de la Cotilla.

Toda la casa ríe. Tanto, que se dobla sobre sí misma de tanto reír. Las paredes crujen y, entre hipos y carcajadas, gritan: - ¡¡¡AAAYYY, QUE ME MEOOOOO!!! Poco después, la cristalera del balcón no ha tenido más remedio que abrirse de par en para que salgan, cuál catarata del Niágara, los líquidos de todo bicho viviente.

Hasta el ojo-catalejo suelta lagrimones como puños, cosa que no ocurría desde que desde que su dueño fue decapitado, comido y su cabeza encogida. O sea, la tira de años.

Los comensales de la Santa Cena, sentados en dos bancos, parecían formar una especie baile tribal al mover, todos a la vez y al compás, los hombros en una risa silenciosa pero no por ello menos lacrimógena.

El árbol de la calle dejó de estremecerse de risa cuando sus raíces le dieron la voz de alarma: - ¡Que pare la catarata! ¡Nos ahogamoooooos!

Al asomarme al balcón me fije que, en la acera de enfrente, la televisión local grababa el hermoso salto de abundante caudal de agua (eso creían ellos) para sus noticias de mediodía.

Desde la calle la Cotilla gritó: - ¡Cierra el grifo, nena, que parece que pagues tu la factura del agua! - ¡Es que la pago yo, "graciosa"!

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