viernes, 13 de mayo de 2022

Como una cabra.

Quien menos me lo esperaba me puso las peras a cuartos: ¡una de mis zapatillas de andar por casa! Fue el colofón a lo que me venían decíendo todos: abuela, Cotilla y abuelitos incluídos: ¿ No te da vergüenza que te vean con ese agujero en la zapatilla?

Pues no me da ¿por qué? Es un modo de que, por lo menos el dedo gordo, respire aire fresco. Además, ninguno de los que se sienten molestos por eso se ha ofrecido a comprarme zapatillas nuevas ¡Pots pensá! (como decimos en mi tierra) pero ésta mañana, al levantarme de la cama  he sufrido un altercado porque la zapatilla rota se ha puesto de pie y me ha dado zapatillazos hasta en el Carnet de Identidad.

A mi griterío han respondido los vecinos aporreando la puerta de la calle. - ¡Queremos dormir, boba de Coria! - ¡Socorroooooo, la zapatilla me pegaaaaa! - ¡Deja de beber chinchón, pardala!

Al final llamaron a los municipales. Vino Bedulio pero se negó en redondo a entrar porque, dijo, no eran horas para enfrentarse a fantasmas. Los vecinos no lo entendieron y se enfadaron con él. - ¡Pagamos impuestos y queremos soluciones!

Cuando pude hacerme con la dichosa zapatilla tuve una conversación con ella de mujer a mujer. - ¿Cómo es que te has roto tan pronto mientras tu hermana gemela está como recién estrenada? - ¡Córtate las uñas! - Ya lo hice... - Al final no sacamos nada en claro.

Por la tarde, acurrucada en el sofá de la salita me dispuse a entregarme en brazos de Morfeo y dormir una siesta espectacular. De repente la zapatilla saltó a mi regazo como si fuera un perro solo que, en lugar de ladrar, gritó: - ¡Sálvame de sus dienteeeees!

Miré dentro Y encontré a Pascualita concentrada en agrandar el agujero de la zapatilla para poder ver desde dentro lo que acontecía fuera (según me contó mi primer abuelito que le había dicho la sirena) 

Si alguien la entiende que me lo diga ...

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