sábado, 21 de mayo de 2022

La risa.

Mi casa no supo lo que era reírse hasta que lo hizo el otro día, cuando la Cotilla me gastó una "simpática" broma a cuenta del tiempo que hacía.

Dicen que el reír y el rascar, todo es empezar. Pues es lo que le ha pasado a mi casa: le gustó reir y no para. Por cualquier cosa suelta la carcajada y he terminado por decirle que lo poco gusta y lo mucho cansa pero contestó que lleva muchos años de abstinencia y quería recuperar el tiempo perdido...

El caso es que todos cooperamos para ayudarla, empezando por Pascualita que ahora se pasa media vida en el suelo, arrastrándose sobre las baldosas lo que proporciona a la Casa un cosquilleo de lo más divertido. 

También las bolas de polvo, yendo de aquí para allá, hacen que estallen las carcajadas ¡que, encima, son de lo más contagiosas y acabamos todos llorando de risa! Pepe el jibarizado, por ejemplo, desde que tomó conciencia de su tétrico pasado en las selvas de Nueva Guinea Papúa a manos de los caníbales, olvidó la risa y ahora la ha recobrado. No se le oye porque no tiene cuerdas vocales ni cuello donde colgarlas, pero llora por el ojo-catalejo porque sabe que cuando suelta su OOOOOOOOOO la Casa se parte de risa.

Yo estoy encantada aunque me molesta un poco cuando la Casa se dobla, a veces a la derecha, otras a la izquierda e, incluso, al centro y los muebles, aprovechando el movimiento, se bailan unas rumbas, porque los vecinos, que son unos pejigueros, aporrean la puerta quejándose de que me pase el día trajinando muebles, sobre todo cuando la Casa ríe por la noche.

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