martes, 24 de mayo de 2022

La vida sigue ...

Viendo que pasaban los días y Bedulio no aparecía por el barrio, llamé a su Jefe. Costó mucho que se pusiera al teléfono. Solo lo hizo cuando, harta de esperar, usé el móvil para decirle que, en vista del mucho trabajo que tenía, mejor me pasaba yo por el cuartel y hablábamos cara a cara.

- ¡Nooooo! Ahora mismo no tengo nada que hacer... - Entonces dígame ¿cómo está Bedulio? - En el Manicomio... - ¿Y eso? ¿Ha sido a causa del estrés en el trabajo? No le apriete usted tanto, hombre, que la época de la esclavitud ya pasó. - No, si al final va a ser culpa mía (rezongó, quizás pensando que yo no podía oírle) - ¡No irá a decir que la tengo yo ! ¡Vaya cara! Otra cosa ¿se puede visitar al enfermito? - ¡Mejor, no!

Al final colgué porque el Jefe se enrocó en el NO a todo. ¡Ni que Bedulio fuera su amorcito! 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¿Sabes algo de Bedulio? hace tiempo que no lo veo. - Por lo visto los nervios le han jugado una mala pasada. - ¡Ah! pues precisamente llevo la solución para ésto. - ¿Ah, sí? ¿Y qué es? - ¡Tila! Tengo montones de sobrecitos de tila para trapichear con ellos ésta noche. - ¿No me dirá que se los ha encontrado, por casualidad, cerca de una herboristería, Cotilla? - Hay veces que me asombras ¿Eres clarividente, nena? - ¿O los ha comprado con lo que ha sacado de "limpiar" los cepillos de las iglesias? - Ves, ahora sí eres tú, boba de Coria. ¿Dónde estaría la ganancia  entonces, alma de cántaro?

 

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