sábado, 14 de mayo de 2022

Justa venganza.

El árbol de la calle llevaba cantando desde las seis de la madrugada y los gorriones haciendo los coros. Cantaba El Rey a voz en grito, cosa que nos molestaba muchísimo a los que tenemos la desgracia de oírlo.

Llegó un momento en que hasta los gorriones se cansaron porque cuando el árbol se pone a cantar hay que echarle de comer aparte. No se calla ni debajo del agua. De repente escuché un fuerte ¡CLOC! contra el tronco, seguido de un ¡¡¡AAAAAYYYYY!!! Después se produjo el silencio más absoluto y pude volver a dormir a pierna suelta.

A mediodía, sentada a la mesa de la cocina con la Cotilla comíendo un suculento plato de fabada de bote, comenté : - Esta mañana le han tirado algo al árbol... - ¿Qué árbol (preguntó la vecina absolutamente despistada) - El que está junto al balcón... - ¿El NUESTRO? (Eso me supo a cuerno quemado) - ¡¿Cómo que NUESTRO?! ¡ES MÍO! - Hay, hija, que puntillosa eres. ¿Qué más dará decir "mío" o "nuestro"? - ¡Esta mujer me saca de quicio!

Después de media hora de discusión volvió al tema del árbol como el que no quiere la cosa. - Pues sí... le han tirado la zapatilla agujereada. ¿Te das cuenta? Zapatilla-agujereada ¡blanco y en botella! ¿Quién la ha tirado? ¡¡¡TU, BOBA DE CORIA!!!

Naturalmente tuvimos otra discusión porque YOOOOO no había sido. Hicimos una tregua para dormir la sacrosanta siesta y antes de reanudar la trifulca, mi primer abuelito apareció flotando sobre la tele de la salita. - ¡Que pesado es el puñetero árbol de tienes por vecino, nena! Hasta el Más Allá se oyen sus berridos. No he tenido más remedio que tirarle la zapatilla agujereada en toda la boca. Eso sí, antes lo he negociado con Pascualita y no me ha puesto ninguna pega porque estaba tan harta de oírlo como yo.

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