martes, 17 de mayo de 2022

Por bocazas.

La Cotilla no cabe en sí de alegría y va contando a todo aquel que quiera oírlo, su triunfo sobre el señor Li. Incluso ésta mañana se ha subido al púlpito de la Catedral y ha soltado su soflama, claro que después a tenido que correr porque la han echando a escobazos. 

A los de casa nos tiene mareada. El árbol de la calle, para no oírla, se aísla detrás de sus hojitas que forman un muro antiruídos por donde, a duras penas, se oye la retahíla de  la Cotilla. 

Los comensales de la Santa Cena aparecen, todos, dando la espalda al comedor. Pascualita está desaparecida aunque intuyo que no se encuentra muy lejos. Pepe el jibarizado no dice ni pío para ver si la Cotilla se olvida de él y no le da la vara. No hay ni una bola de polvo en casa. Cuando se lo he contado a la abuela no se lo podía creer. - "¡Muy bien, nena! Estás dando los pasos correctos para ser una buena esposa..." - . No he tenido más remedio que preguntarle si le había dado un tiento al chinchón y me ha dicho que si pero no uno, sino varios, que para eso es una mujer moderna. ¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino, me pregunto yo?

De pronto, el parloteo de la Cotilla se convirtió en gritos agónicos mientras corría, desesperada por toda la casa: - ¡¡¡MIS CALCETINES!!! ¡¡¡¿DÓNDE ESTÁN MIS CALCETINES?!!!

Tan bocazas ha sido con lo de su posesión calcetinil que la noticia ha llegado a oídos de Pompilio el cuál, eufórico por poder volver a su oficio de roba-calcetin, se ha apoderado de uno de cada par y ha regalado, a los que ya considera su familia, los calcetines desparejados. ¡Hasta los apóstoles llevan uno! Y Pascualita ahora presume de su colorida "funda" para su hermosa cola de sardina.

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