sábado, 18 de junio de 2022

Buen ambiente.

Tal ha sido la protesta por no compartir, con todo bicho viviente de mi casa a la paloma-abanico, que no me ha quedado más remedio que plantearle la cuestiòn a la interfecta: - Qué dicen estos y éstas, o éstas y estos, que quieren que los abaniques. 

Después de sopesar los pros y los contras, si es que una paloma sabe hacer eso, que yo creo que sí, se presentó ante mi, momento que aproveché para que me abanicara a cambio de unos buchitos de chinchón on the rock. Al final me dijo: - Tía, me las piro, que hace mucha caló para tanto trabajo. - Y me pareció bien, que cada una debe hacer lo que crea conveniente. Pero antes de irse hizo un abaniqueo general que no dejo a todo el mundo contento. Por ejemplo las bolas de polvo, que salieron volando por el aire de la paloma, para acabar deshaciéndose como por arte de mágia.

El resto de los presentes aplaudimos a rabiar el espectáculo. 

De repente, mi primer abuelito apareció enfundado en un original sudario hecho de ¡calcetines desparejados! - ¿Quién te ha hecho una cosa tan chula? (pregunté, entusiasmada) - Mi amigo Oscar de la Renta... - ¡Mis calcetines! (exclamó Pompilio y no estaba entusiasmado en absoluto) 

A los demás nos dio la risa contagiosa que se expandió hasta la última hojita del árbol de la calle. Nuestras lágrimas, cual cataratas del Niágara, regaron las raíces del árbol. En el comedor de la Santa Cena, la camarera tuvo que usar la fregona de casa porque en aquel tiempo aún no se había inventado. 

Pascualita por poco se ahoga cuando el agua de lágrima superó a la de mar en cantidad. No me quedó más remedio que vaciar el acuario egipcio por el balcón... y la Cotilla se llevó una buena ducha al ir a entrar en la finca.

Menos mal que el buen ambiente continuaba en casa y se notó cuando, en lugar de estar enfadad, dijo: - ¡Avemariapujajajajajajaja! - 

A veces da gusto estar en casa.

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