jueves, 9 de junio de 2022

¡Multa!

Me desperté temprano con la incómoda sensación de que alguien me miraba. Antes de abrir los ojos pensé en el duende de los calcetines y grité: - ¡Pompilioooo, se está rifando una torta y tu lleva todos los números!

Pero el pobre duendecillo no tenía vela en este entierro porque, quien me miraba desde un marco colocado en la mesita de noche, era ¡Pascualita! La foto era en color lo que hacía que resaltara más la piel blanco-verdosa-amoratada de la sirena que, para remate, exhibía su terrible dentadura de tiburón en una sonrisa tétrica donde las haya.

Levanté el brazo para poner el marco bocabajo cuando sonó el teléfono. Era la abuela: - "¿Has visto que preciosa está Pascualita en la foto que le hice?" - ¿Preciosa? Abuela ¿cuánto tiempo hace que no vas al oculista? - "¡Ya salió doña Celos! Ya quisieras parecerte a mi chiquitina" - Y colgó.

No pude volver a dormirme porque, tanto si cerraba como si abría los ojos, veía el careto de la sirena y me desvelaba. Al final me levanté y pensando en hacer algo útil bajé la basura de ayer, que no lo hice por pereza.

En cuanto lancé la bolsa al contenedor, que estaba vacío, un trompeteo marcial tocó ¡A la cargaaaaaaa! y Bedulio, el municipal, se plantificó a mi lado salido de no sé dónde y con la libreta de las multas y el bolígrafo en ristre.

¡Trescientos euros me clavó, a pesar de jurarle por toda mi parentela, que aquella bolsa NO ERA MÍA! - Te ha visto el elefante-trompetero-camuflado. - Efectivamente. un elefante de peluche, metido en una bolsa de basura sin cerrar, era el chivato. - ¡Es un muñeco! (dije despectivamente pues me escocían los trescientos euros) - Desciendo de uno de los elefantes de Anibal que cruzaron con él los Pirineos. - Se le notaba orgulloso de su ralea. Y lo único que se me ocurrió hacer fue darle una patada y mandarlo a una rama del árbol de la calle donde quedó colgado sin dejar de trompetear - ¡Calla, jodío!

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