jueves, 2 de junio de 2022

Vuelve el hijo pródigo.

La abuela ha quedado deslumbrada cuando ha entrado en casa: - "¡Hay nena, pon unas cortinas que ésto no hay quien lo aguante!... ¿Aquí no había un árbol?" - Ese es el problema. Lo había pero se trasladó a la acera de enfrente. - "¿No es un poco pronto para decir tonterías?" - Asómate y lo verás.

Efectivamente. Al otro lado de la calle el platanero regalaba sombra a unos extraños. - "¿Qué les habrás hecho a los de Parques y Jardines?. Le dirè a Andresito que hable con el Alcalde para que les cante las cuarenta y vuelvan a dejar el árbol donde estaba" - Haz lo que quieras, abuela, pero esos operarios no tienen la culpa de que el platanero se arremangara las raíces y partiera en busca de nuevos horizontes.

- "Le diré a Geooooooge que te acompañe al Neurólogo, a ver si te receta una camisa de fuerza. Hay que ver lo que hace el chinchón en cerebros débiles como el tuyo" - Pascualita está allí (dije, enseñándole el colmillo y señalé al platanero traidor con un dedo índice, tieso como una vara)

La cara de la abuela era un poema. Alejada de su amuleto de la suerte, el Asma atacó con fuerza, harta de tantos años de guardar la compostura. - "¡Tie-ne que vol-volver! ¡COF, COF, COF!"

Mientras buscábamos el Ventolín en el bolso de Chanel, un gorrión se posó en la barandilla del balcón. Sus trinos tenían un tono de cabreo que no dejaba lugar a dudas. ¡No estaba conforme con el traslado del árbol de la calle!

Todos los de casa nos unimos a él, hasta Pompilio dejó de buscar calcetines por un rato y salió al balcón a cantarle las cuarenta al platanero.

Las voz de mi primer abuelito sonó en mi cerebro: - Pascualita clama por ir con tu abuela desde que la ha visto. - Dile que la culpa es del árbol. - El efecto fue inmediato. Pascualita mordía a diestro y sinestro. Las hojitas, en lugar de aliarse con su "padre" lo hicieron con la sirena. Las ramas, hartas de mordiscos también se pasaron a ese bando. Poco después el platanero se arremangó de nuevo las raíces y cruzó hasta su antiguo alcorque ante la indiferencia de los viandantes, absolutamente abducidos por sus móviles.

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