viernes, 17 de junio de 2022

Envidia.

Huuuuy, que nochecitaaaaa. Todo han sido quejas, como si la culpa de la caló, o de los calores, fuera de una servidora. Pura envidia porque duermo como una marmota y, encima, tapadita con la sábana. Hasta a los comensales de la Santa Cena les chirrían los dientes de pura envidia cochina. 

El árbol de la calle ha hecho coro con todos ellos y claro, tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose y me despiertan. - No se puede consentir tamaña insolidaridad. O dormimos todos o se rompe la baraja. (ha dicho con voz de barítono  Don Raices y otras hierbas)

Pero lo que no podía suponer es que mi primer abuelito hiciera causa común con la tropa de casa. El fru frú de la seda recién tejida delató su presencia a dos palmos de la barandilla del balcón en plena noche de luna llena. - Abuelito... ¿no me digas que también hace calor en el Más Allá? - ¡No hay quien duerma! San Pedro tiene abiertas puertas y ventanas para que las corrientes de aire campen a sus anchas pero están todas a la greña porque, al ser unas más anchas que otras, gritan que no hay igualdad. - Tienen razón... - Eso, tu que duermes a pierna suelta, dales alas y revolucióname más el gallinero. (Y, enfadadísimo, desapareció)

Harta de discusiones salí al balcón cuando el sol asomaba por el Este, aún con las legañas puestas. De repente dos cosas vinieron sobre mi: el primer rayo de sol y una paloma despistada a la que agarré por las patas antes de que me sacase un ojo. Me pidió asilo político y se lo concedí a cambio de un trabajito - ¿No querrás estar a la sopa boba? (le recriminé al ver que torcía el gesto)

Ahora es mi nuevo abanico. Y se da maña. Aletea y me manda aire fresquito que no sé de dónde lo saca ¡Ahora sí que hay envidia en casa! La más lista ha sido Pascualita que, en cuanto ve a la paloma abrir las alas, salta del acuario egipcio y repta hasta mi y nos tomamos un chinchón on the rock a medias y fresquitas.

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