viernes, 3 de junio de 2022

El héroe del barrio.

 Cien días hace hoy que empezó la maldita guerra de Ucrania.

Los hay que saben venderse bien y si no que se lo pregunten al árbol de la calle que, en lugar de trasladarse de acera, parece que ha descubierto América cuando cuenta su "odisea" a quien quiera escucharlo.

- ¿No te parece que te estás dando demasiado jabón, tiparraco? - Si los envidiosos volaran no veríamos el sol, boba de Coria. - ¡Si solo has cruzado la calle! - ¿Conoces otro árbol que lo haya hecho sin ayuda de nadie? Es una gran hazaña equivalente a la llegada del hombre a la Luna. - ¡Anda ya, atontao! - ¡Vaya si he andado!

Las que estaban ya hasta el moño de oírlo eran las hojitas, por eso muchas se dejaban caer a la acera y traían al barrendero de cabeza: - ¡Hasta el otoño no toca, jodías! - Es que ya no aguantamos más (decían, llorosas y el hombre movía la cabeza, comprensivo) Vaaaleeeee...

Cuando me asomaba al balcón siempre había alguien junto al tronco haciéndose cruces: - Lástima que me lo perdiera... ¿y cuándo dices que fue? - El otro día. - ¿Y qué estaba haciendo yo? (preguntaba, incrédulo, el peatón? - ¿Mirar el móvil?

De buena mañana, la enorme boca de madera se abrió para cantar Las mañanitas. - ¿Es necesario? (preguntó uno de los comensales de la Santa Cena) En mis tiempos nadie hacía algo así...

A mediodía, cuando el sol más calentaba, un grupito de personas de la otra acera, se acercaron llevando una vieja bicicleta que ofrecieron como regalo al árbol de la calle: - Toma, para que te la comas a gusto pero vuelve a nuestra acera, a darnos sombra y matizar la solana que entra por las ventanas. - ¡Ni hablar! (grité) ¡Es nuestro árbol y lo queremos aquí!

Eso le llegó hasta lo más profundo de su corazón de madera y el árbol lloró de emoción, llenando el alcorque de agua y poniendo las raíces en remojo. Solo pudo articular dos palabras: - ¡ME QUEDO!


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