viernes, 10 de junio de 2022

La puerta.

 El timbre del teléfono me despertó de la siesta y me quedó un humor de perros porque, quien llamaba con suave acento de allende los mares, me ofrecía ... ¡que sé yo! - ¡Oiga, yo lo que quiero es seguir durmiendo!

Y todo porque había visto como se abría una puerta en el pasillo de casa. No me quedó otra que ir a ver si era cierto o no, lo que había visto. - ¡Avemariaprísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla se plantó ante mi para decirme algo pero al verme tan decidida a pasar por encima de ella si no se apartaba de mi camino, reculó y decidió seguirme.

El pasillo estaba como siempre pero yo no estaba dispuesta a rendirme tan pronto porque  ¡había visto esa puerta! - ¿Qué buscas? - ¡No me hable, Cotilla, que estoy cabreada! - Vale, vale... ¿Buscas la puerta, por casualidad? 

Me quedé a cuadros. - ¿Usted también la ha visto? - No, pero, por la cara que has puesto, he dado en el clavo. Hace años, tu abuela dijo que había una puerta en el pasillo pero, claro, le había dando un buen tiento a la botella de chinchón... ¿Y si hacemos lo mismo ahora pero on the rocks?

Lo hicimos. Y ¡vimos la puerta! De echo estoy dentro de la habitación. La Cotilla no ha querido entrar, le dará miedo aunque ha dicho que tenía que dormir la siesta para ir descansada, esta noche, al trapicheo. En la habitación hay una pecera, o algo así, tan antiquísimo que lleva un dibujo del antiguo Egipto. Y me he dicho: ¡Me lo llevo! . 

La puerta se ha cerrado cuando he salido y desaparecido del mapa. Y yo tengo una pecera para Pascualita, gratis total. ¿Le gustará?

Mi primer abuelito me ha susurrado al oído: - Empiezas a tener clase, nena. (babee) Y la sirena no cabe en sí de gozo (las babas surgían de lo mas hondo de mi ser, cayendo al suelo, arramblando con las bolas de polvo que, pensando que era un tobogán, se lo pasaban en grande deslizándose por él hasta desaparecer con un suave ¡puf!) 

Que poquito cuesta hacerlas felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario