miércoles, 27 de julio de 2022

Que odisea.

Me desperté a media noche pensando que algo había quedado a medias pero no lograba saber qué. Me puse nerviosa y no tuve más remedio que saltar de la cama para ir al baño, a oscuras... Me di tal castañazo en uno de los meñiques de los pies que se me saltaron las lágrimas y desperté a medio barrio con mis berridos.

Me llevé piropos de todos los colores, ninguno reproducible en boca de una señorita como yo. Y el golpe fue la catarsis que necesitaba para recordar. Corrí al balcón para hablar con el árbol de la calle que, en ese momento se estaba quejando a mi primer abuelito de la escandalera que yo había formado. - ¡Pero si ha levantado a todo el Más Allá! - ¿De quién ha sacado esos pulmones tu nieta? - De mi ex, sin duda. eran famosos en el barrio los rapapolvos que me daba cuando llegaba (ella) tarde a casa. Si preguntaba - ¿De dónde vienes? - Se desataba la caja de los truenos.

- ¡Hey! dejaros de cháchara que tengo algo que preguntarte, árbol ¿Qué quisiste decirme ayer con la palabra Crecepelo? - ¿Yoooooooooooooooooooo? ¿Dije eso? - Naturaca. - Por el rabillo del ojo vi acercarse, reptando, a Pascualita con cara de pocos amigos. Puede que se despertara con mis gritos...

¡¡¡AAAAAAAAYYYYYYYYYYY!!! - grité con toda la razón del mundo porque la sirena acababa de morderme el meñique lesionado y así desperté a la otra mitad del barrio.

Como pude fui hasta la cocina y bebí a morro media botella de chinchón mientras el dedito crecía y crecía adornado con un espectacular color morado. - ¡Qué dolooooooooor!

Se me cerraban los ojos ante un eminente coma etílico cuando me llegó la voz del árbol de la calle que, cabreadísimo, decía: - ¡CEREBELO! dije ¡¡¡CEREBELO, ATONTÁ!!!

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