viernes, 1 de julio de 2022

Dichoso Progreso.

El sacristán huyó cuando le contamos que habíamos pensado venderlo al mejor postor. No quiso atender a razones ni cuando le dijimos que repartiríamos con él las ganancias. De todas maneras y por si no nos había entendido bien, mientras el corría escaleras abajo, le pregunté: - ¡¿Está seguro de que no le interesa el negocio?!

La Cotilla, como si recordase algo, dijo: - ¿Por qué habrá dicho lo de la sirena? - Estaba borracho... - La primera vez que lo dijo, no. Un sacristán está acostumbrado a beber el vino de misa y aguanta mucho... - Debió ser una alucinación. - Eso creo porque en ese cacharro que llamas "acuario" solo hay hierbas.

Cuando la Cotilla se fue a sus trapicheos, Pascualita se asomó al borde del barreño-puerta-lavadora y lo primero que hizo fue acariciar el nombre que tanto la inspiraba: Nefertiti. ¿Se conocieron en el lejano pasado? Para entonces la sirena era ya un vejestorio. Dicen que el Tiempo teme a las pirámides y yo digo que las Pirámides temen a Pascualita. Menudo pendón verbenero debió ser la media sardina en sus años mozos.

Eso me dio una idea: - Oye, resalá, ¿por qué no me enseñas truquitos para encontrar novio? Debes conocerlos todos aunque ahora es mucho más difícil que en tus tiempos. Allí no había móviles. Que difícil me lo ha puesto el mal llamado Progreso.

Por toda respuesta Pascualita dio tres saltos mortales con doble tirabuzón, llenó el suelo del comedor de agua salada y se metió luego en el barco hundido a dormir.

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