domingo, 9 de abril de 2023

Doña Rencores.

 Estaba ésta mañana, empardalada, mirando la tele cuando me pareció ver, de reojo, el lanzamiento de un misil tierra-aire desde el comedor. ¡Que susto!

Salí corriendo de la salita y a punto estuve de pisar a Pompilio el orejudo (de momento, porque sus orejas ya empiezan a menguar al irse  pasando el efecto de la saliva envenenada de la sirena)

 El pobre se quejó amargamente porque seguía si poder trabajar ya que su trabajo es un arte. Tiene que quitar un calcetín, o bien que esté puesto o metido en la lavadora, Y luego salir corriendo para que no le descubran pero, con semejantes orejas, se las pisa y ¡PATAPAM! va de cabeza al suelo.

Debería haber sido más empática con él pero me preocupaba más el asunto del misil. Miré en la pila de lavar del comedor. El agua estaba removida. Pregunté a los presentes y ni mi primer abuelito se había enterado de nada. - ¿Aquí? ¿En ésta casa?... No, nena. ¿No será cosa del chinchón? - Ahora que lo dices...aún no lo he probado hoy.

Busqué un rastro y lo encontré pasillo adelante, justo delante del cuarto de la Cotilla. La puerta estaba entornada... la abrí lentamente y ¡¡¡NOOOOOO, PASCUALITAAAAA!!!

La medio sardina salió de su escondite en plan arma de destrucción masiva después de haberse impulsado con su preciosa cola... hasta mi pecho ¡y clavó los dientes con rabia!

Ahora voy torcida ¿por qué no reparte bien sus mordiscos? 

Sé que estoy a punto del coma etílico pero puedo... ¡hip!... prometer y prometo... ¡hip!... que Pascualita no...¡hip!... no me ha pedido dis... ¡hip!... culpas por confundirme con la ... ¡hip! ... Cotilla... por lo menos podría igualarme los pechos, la muy jodía.

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