jueves, 7 de septiembre de 2023

Algo es algo.

 La aurora todavía no había dado la primera pincelada en el lienzo del cielo cuando salí al balcón poniendo a parir al árbol de la calle por hacerme creer que tenía un novio. - ¡Este invierno vas a servir de combustible para calentar casas, vejestorio! ¡Los de Parques y Jardines te convertirán en virutas! - Así empecé mi ofensiva a grito pelao

Poco a poco se fueron iluminando ventanas. - ¿Qué pasa? ¿A qué vienen esos gritos? ¡A dormir la mona, tía petarda! ¡Búscate un novio y déjanos dormir en paz, boba de Coria!... 

La tropa de mi casa se revolucionó. - ¡¿Ha llegado el helicóptero?! (preguntó un adormilado árbol de la calle. Le contestó un coro de risas que acabaron por enfurecerme). 

Pascualita saltó, del agua de la pila de lavar a mi escote y por poco me da un infarto. - ¿Tú también te ríes? Vas a ir de cabeza al váter y tiraré de la cadena porque ¡EL MAR TAMBIÉN EMPIEZA AQUÍ, jodía!

Bedulio el municipal se presentó en casa con el bloc de multas en ristre. - Piden los vecinos que te ponga una multa de las que hacen historia. - ¡Pasa (le invité) y repite eso a mi primer abuelito. Esta volando al rededor de la lámpara del comedor. - Antes de acabar la frase Bedulio ya corría camino de su cuartel como si le persiguiera un alma en pena.

Poco después se oyó un ruido de hélices. Era un dron que, al pasar por mi balcón, dejó caer una rosa.

- ¡Nena, nenaaaaaaa! ¡PLAS! ¡PLAS!- Abrí los ojos mientras la Cotilla me iba dando sopapos entre grito y grito. ¡Y allí estaba la rosa!... a punto de ser descuartizada por las dos caras de la cristalera, que luchaban por quedarse con el botín: - ¡¡¡ES MIAAAA!!! - grité y en un arrebato la metí en mi escote, junto a la sirena, que disfrutó lo suyo lamiendo el reguerito de sangre que me causó una espina.

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